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Taller sobre la floración de algas nocivas para estudiar cómo las técnicas nucleares pueden reducir la toxicidad y evitar sus consecuencias para la salud

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Investigadores del OIEA toman muestras para analizar toxinas mediante la técnica del análisis de radiorreceptor. (Fotografía: OIEA)

Mónaco — El mes pasado, 60 científicos de más de 30 países aprendieron en un taller organizado por el OIEA y sus asociados cómo pueden utilizarse las técnicas nucleares para luchar contra las biotoxinas de las floraciones de algas nocivas.

Las algas microscópicas que se encuentran en la base de la cadena alimentaria marina proporcionan nutrientes a los organismos marinos y tienen la función de producir más de la mitad del oxígeno de la Tierra. No obstante, es posible que el nivel de nutrientes en aguas costeras aumente y ocasione la floración de algas, que a veces pueden incluir especies tóxicas, debido a factores como el movimiento natural del agua hacia la superficie y la acumulación de escorrentía agrícola en el mar.  

Todos los años, debido a la floración de algas nocivas (FAN), miles de personas de todo el mundo se intoxican al consumir alimentos de origen marino contaminados y respirar las toxinas del aire. “Ante el aumento claro de la frecuencia, la distribución geográfica y la intensidad de esas floraciones, hacerles frente a escala mundial ha adquirido un carácter urgente”, afirma Marie-Yasmine Dechraoui Bottein, investigadora de los Laboratorios del OIEA para el Medio Ambiente, sitos en Mónaco.

Si bien las estrategias para controlar los efectos de las floraciones tóxicas de plancton, que flotan en el agua, están bien definidas, siguen existiendo lagunas en el conocimiento científico con respecto a las de las especies del fondo oceánico, el denominado bentos. Según explica Clémence Gatti, investigadora en el Instituto Louis Malardé de la Polinesia Francesa y oradora en la reunión, los cambios ambientales relacionados con el cambio climático pueden empeorar las cosas, ya que los arrecifes de coral muertos son un buen hábitat para las macroalgas. Con la muerte de un número cada vez mayor de corales, es probable que se multipliquen las floraciones de algas nocivas bentónicas y los riesgos conexos para la salud.

Una de las enfermedades más corrientes es la ciguatera, una intoxicación no bacteriana que transmiten los alimentos de origen marino y que se da al comer pescado contaminado por una ciguatoxina resultado de la floración de algas nocivas bentónicas.

“Es una enfermedad compleja de la que aún se sabe poco”, explica la Sra. Gatti. “Puede manifestarse con 175 síntomas diferentes que pueden perdurar meses o incluso décadas, lo que dificulta el diagnóstico y el tratamiento por parte de los médicos”. La investigadora insiste en la amenaza que la enfermedad supone para la población y añade que algunas personas se intoxicarán por ciguatera entre 10 y 15 veces durante su vida. Algunas especies como el pargo rojo pueden seguir siendo tóxicas hasta 30 meses.

Científicos de Marruecos y Túnez aprenden a utilizar el análisis de radiorreceptor para determinar la cantidad de toxinas presentes en el agua de mar. (Fotografía: OIEA)

El OIEA colabora con científicos de todo el mundo a fin de crear capacidad para detectar con precisión las toxinas presentes en el medio ambiente y en los alimentos de origen marino y así poder aplicar medidas como el cierre de caladeros y la prohibición de comer alimentos de origen marino cuando hay un riesgo elevado de intoxicación (véase el recuadro “Base científica”).

Angelika Tritscher, coordinadora del Departamento de Inocuidad de los Alimentos y Zoonosis de la Organización Mundial de la Salud, insiste en que “las enfermedades de origen alimentario tienen repercusiones de la misma magnitud que enfermedades como la malaria y la tuberculosis”, y añade que “hay que hacer más por recopilar datos y elaborar metodologías para que los países puedan hacer frente a este problema”.

El OIEA seguirá colaborando con otros organismos de las Naciones Unidas en lo que respecta a los nuevos riesgos planteados por las FAN, entre otras cosas mediante capacitación continua sobre el reconocimiento de especies tóxicas, las estrategias de muestreo y la cuantificación de las toxinas presentes en el medio ambiente y los alimentos de origen marino. “Una mejor evaluación de los riesgos vinculados a las FAN ayudará a reducir sus efectos en la salud humana, la economía y la sociedad en su conjunto”, explica Dechraoui Bottein. “Ello contribuirá al logro de los objetivos de desarrollo sostenible”.

En abril de 2018 se congregaron en Mónaco 60 científicos de más de 30 países para aprender cómo pueden utilizarse las técnicas nucleares para detectar con precisión las toxinas presentes en el medio marino y los alimentos de origen marino. (Fotografía: C. Fruneau)

El OIEA y RAMOGE, un acuerdo concertado entre Francia, Italia y Mónaco para luchar contra la contaminación en el medio marino, organizaron el taller en colaboración con el Comité Científico de Investigaciones Oceánicas y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (IOC-SCOR Global HAB) y la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera de los Estados Unidos de América (NOAA). Los participantes procedían de países desarrollados y de países en vías de desarrollo de un gran número de regiones, a saber, América Latina y el Caribe, Asia y el Pacífico, África y Europa, así como de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). El taller se celebró del 9 al 13 de abril.

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