Cualquier actividad industrial cerca de una reserva de agua podría, en principio, causar contaminación. La hidrología isotópica ofrece una combinación incomparable de métodos para vigilar la calidad del agua y determinar la fuente de contaminación si esta se detecta. Los países utilizan cada vez más esta tecnología para proteger las aguas superficiales y subterráneas cercanas a emplazamientos en los que se llevan a cabo actividades de extracción de petróleo por medio de una técnica denominada fracturación hidráulica.
La fracturación hidráulica, o hidrofracturación, ha puesto al alcance, con fines de producción, recursos de petróleo y gas natural que antes eran inaccesibles. Representa casi la mitad de la producción total de petróleo de los Estados Unidos, y muchos países en desarrollo están considerando la posibilidad de utilizarla por primera vez.
Se trata de una técnica de estimulación de pozos en que la roca se fractura inyectando líquido, compuesto de agua, arena y otros aditivos químicos, a alta presión. Cuando se lleva a cabo en un pozo, se producen grietas en las formaciones rocosas profundas a través de las cuales el gas natural y el petróleo pueden emanar más fácilmente. Este método permite acceder al petróleo y el gas que están atrapados en formaciones compactas y que no son accesibles mediante métodos tradicionales de perforación y bombeo.
Puede darse contaminación de las aguas superficiales por derrames durante la fracturación hidráulica o emisiones accidentales procedentes de la escombrera en que se recupera el líquido de fracturación tras la extracción, o de las aguas subterráneas por escapes de líquidos, por ejemplo, en pozos abandonados o agrietados, así como del agua potable si se producen fugas de gas natural en acuíferos poco profundos.
En muchos casos de presunta contaminación es difícil determinar la fuente y el grado de contaminación debido a la falta de datos de referencia, explica Jennifer McIntosh, Profesora de Hidrología y Ciencias Atmosféricas en la Universidad de Arizona (Estados Unidos). “La comunidad científica tiene la oportunidad de proporcionar orientación sobre los mejores métodos analíticos para evaluar las emisiones fugitivas de gas y líquido de fracturación, o la contaminación de las aguas subterráneas”, refiere la Sra. McIntosh.