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Nuevas variedades de cultivo mejoran el rendimiento del tomate y la soja en Cuba

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Gracias a las técnicas nucleares, este año se han plantado y cosechado nuevas variedades de tomate en Cuba. Su rendimiento es mayor que el de las variedades comunes. (Fotografías: M.C. González Cepero/INCA)

Los tomates y la soja se degustan en las cocinas de todo el mundo y su demanda aumenta constantemente. ¿Alguna vez se ha preguntado cómo los agricultores han sido capaces de satisfacer esta demanda y qué papel desempeñan las técnicas nucleares al respecto?

Con la ayuda del OIEA —en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)—, el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) de Cuba ha ejecutado programas de mejoramiento que se sirven de la irradiación y la biotecnología para desarrollar nuevas variedades capaces de soportar mejor las situaciones extremas de crecimiento de los cultivos impuestas por el cambio climático (véase el recuadro inferior “Base científica”).

Como fruto de esta labor en mayo de este año, por primera vez, se lograron cosechar en un campo experimental con fines de investigación nuevas variedades mejoradas de tomate y soja (Giron 50 y Cuvin 22), que ahora se distribuirán a los agricultores, junto con las otras 21 variedades desarrolladas anteriormente por el Instituto en una diversa gama de cultivos, como el arroz, las judías verdes y la flor de Jamaica (una especie de hibisco).

Las nuevas variedades han obtenido este año una licencia nacional y posteriormente se han inscrito en la base de datos mundial, gestionada por el Centro Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura.

“Desde 2009, con el fitomejoramiento por inducción de mutaciones ofrecemos una nueva manera de desarrollar nuevas variedades de cultivo resistentes al clima y, por consiguiente, de contribuir a los medios de subsistencia de los agricultores locales y a una mayor seguridad alimentaria en 18 países, entre ellos Cuba”, indica Fatma Sarsu, fitotécnica del Centro Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura, jubilada desde mediados de 2021.

Los cultivos en Cuba

En la isla, de clima tropical, se están observando aumentos de las temperaturas, cambios en el régimen de precipitaciones, mayores períodos de sequía y la intrusión de agua salada en las zonas costeras. Todas estas cuestiones están mermando la producción de los cultivos.

El cambio climático aumenta cada vez más la vulnerabilidad de las plantas a condiciones meteorológicas extremas, lo que se traduce en un mayor uso de fertilizantes químicos y plaguicidas nocivos para el medio ambiente. Por eso, los expertos cubanos tienen la vista puesta en la mejora de los cultivos como una solución alternativa y más sostenible desde el punto de vista ambiental. Para ello, están recurriendo a técnicas nucleares e isotópicas a fin de inducir una variación genética novedosa con la que mejorar el rendimiento e incrementar la producción de cultivos fundamentales.

Uno de ellos es la soja. Habitualmente utilizada para producir aceite, pienso, yogur y productos sustitutivos de la carne, la demanda de este cultivo está en auge en todo el mundo, también en Cuba. El primer paso es desarrollar variedades mejoradas. Luego, esas nuevas variedades han de cultivarse para que suministren los alimentos que precisan los isleños.

Con el uso de técnicas isotópicas que mejoran los biofertilizantes, los investigadores cubanos ahora pueden aumentar la producción de soja de gran calidad, mejorada para que sea rica en hierro, proteína y aceite. Los biofertilizantes contienen microorganismos vivos que restablecen la nutrición natural del suelo, lo cual ayuda a las plantas a crecer más fuertes y sanas sin necesidad de sustancias químicas. Se utilizan técnicas isotópicas para medir la capacidad de las plantas para absorber el biofertilizante, por un lado, y fijar el nitrógeno del aire, por otro: lo primero para una mejor gestión del cultivo, y lo segundo para la salud del suelo y el rendimiento del cultivo. 

“Este proyecto no solo ha generado nuevas variedades de cultivo sanas, sino que, con los años, la creación de capacidad ha propiciado un eficiente protocolo de trabajo y la adquisición de conocimientos especializados sobre técnicas nucleares en la región, donde constantemente trabajamos juntos y aprendemos unos de otros”, afirma María Caridad González Cepero, Jefa de Aplicaciones Técnicas Nucleares en el INCA.

La influencia nuclear positiva del OIEA

Cuando se desea optar por la mejora genética para el desarrollo rápido de nuevas variedades, por ejemplo, ante la aceleración del cambio climático, las técnicas nucleares para inducir la diversidad genética brindan un conjunto más amplio que el de los métodos convencionales de mejoramiento para una selección mejor y más rápida. Esto, combinado con un programa simplificado de mejoramiento, puede dar lugar a variedades mejoradas en un breve espacio de tiempo. 

Algunos países han recibido apoyo en el marco del programa de cooperación técnica del OIEA y en ese contexto se han empleado técnicas nucleares para desarrollar variedades con los rasgos de adaptación climática necesarios en muchos cultivos, como el arroz, la judía común, el tomate y la soja.

“Gracias al uso de estas técnicas diversas, se proporcionaron a los agricultores y productores semillas de nuevas variedades especialmente seleccionadas, lo que dio lugar a fructuosas cosechas —indica la Sra. González Cepero—. Y con la reducción del uso de fertilizantes a base de nitrógeno, las emisiones de gases de efecto invernadero de origen agrícola también disminuirán en el país”.

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