Los tomates y la soja se degustan en las cocinas de todo el mundo y su demanda aumenta constantemente. ¿Alguna vez se ha preguntado cómo los agricultores han sido capaces de satisfacer esta demanda y qué papel desempeñan las técnicas nucleares al respecto?
Con la ayuda del OIEA —en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)—, el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) de Cuba ha ejecutado programas de mejoramiento que se sirven de la irradiación y la biotecnología para desarrollar nuevas variedades capaces de soportar mejor las situaciones extremas de crecimiento de los cultivos impuestas por el cambio climático (véase el recuadro inferior “Base científica”).
Como fruto de esta labor en mayo de este año, por primera vez, se lograron cosechar en un campo experimental con fines de investigación nuevas variedades mejoradas de tomate y soja (Giron 50 y Cuvin 22), que ahora se distribuirán a los agricultores, junto con las otras 21 variedades desarrolladas anteriormente por el Instituto en una diversa gama de cultivos, como el arroz, las judías verdes y la flor de Jamaica (una especie de hibisco).
Las nuevas variedades han obtenido este año una licencia nacional y posteriormente se han inscrito en la base de datos mundial, gestionada por el Centro Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura.
“Desde 2009, con el fitomejoramiento por inducción de mutaciones ofrecemos una nueva manera de desarrollar nuevas variedades de cultivo resistentes al clima y, por consiguiente, de contribuir a los medios de subsistencia de los agricultores locales y a una mayor seguridad alimentaria en 18 países, entre ellos Cuba”, indica Fatma Sarsu, fitotécnica del Centro Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura, jubilada desde mediados de 2021.